
Tutor: Jorge Castillo
Nombre del curso: Eugenio Espejo (1747 – 1795)
“El maestro primero debe hacerse amar que temer”
Procedencia familiar.
Hijo de un indio y una mulata. De un indio cajamarqueño, que había llegado a Quito como paje de un fraile. Su madre había sido esclava de otro religioso. Ni siquiera poseía apellidos propios. Los de sus padres, que él recibió, eran apellidos adoptados. El indio se hacía llamar Luis de la Cruz Espejo. La mulata, Catalina Aldás Larraincar. Su padre, Luis Chuzhig fue indio oriundo y nativo de dicha Cajamarca, que vino sirviendo de paje de cámara al Padre Fray José del Rosario. Tuvo dos hermanos menores Juan Pablo, sacerdote dominico y María Manuela que tras la muerte de sus padres, fue cuidada por Espejo.
Aquel hijo de indio y de mulata, destituido hasta de apellidos propios, debió soportar la adversidad de un medio que discriminaba tercamente los grupos sociales siguiendo los prejuicios de la sangre y el dinero.
Estudios y formación intelectual.
Aprendió sus primeras letras en casa de sus padres y luego en una escuela católica para niños pobres. Estudió en el Colegio de San Luis, a pesar de la situación económica relativamente precaria, Espejo tuvo una buena educación.
Se instruyó a si mismo en medicina, trabajando con su padre en el Hospital de la Misericordia. Su padre lo educó y formó batallando con circunstancias desalentadoras, conflictivas, estimuló tempranamente las facultades intelectuales de su hijo.
Alimentó su vocación médica, originada sin duda en el ambiente del hospital, en donde el o pasó los años de la niñez y la adolescencia. Y cuya culminación no fue solamente la de un título de doctor en medicina, sino la de la forja de una sólida personalidad de investigador. A pesar de la discriminación racial se graduó como médico y después se graduó en leyes civiles y canónicas, obteniendo un título en jurisprudencia y derecho canónico.
Producción literaria.
En su espíritu hallaban lugar no únicamente las ideas de su tiempo, sino también las de los clásicos. Estos ejercían sobre él mucho sugestión. Los citaba a cada paso. Y hasta prefirió la estructura de los diálogos a la manera de Luciano para exponer sus propias enseñanzas. Por eso se llamó a sí mismo “el nuevo Luciano de Quito”, o “despertador de los ingenios”, que es precisamente el título de la primera obra que escribió. El propósito que entonces alentó y que persistió a lo largo de su carrera, fue el de hacer una crítica sin contemporizaciones al estado intelectual de la Colonia.
Entre sus obras están: “El Nuevo Luciano de Quito” (1779); “Marco Porcio Catón” (1780); “La Ciencia Blancardina” (1780); “Reflexiones acerca de las viruelas” (1785); “Defensa de los Curas de Riobamba” y “Cartas Riobambenses” (1787); “Representación al Presidente Villalengua”; “Memoria sobre el corte de Quinas”; “Voto de un Ministro Togado de la Audiencia de Quito” y “Primicias de la Cultura de Quito” (1792).
“Reflexiones acerca de las viruelas” el cual se convertiría en el primer texto científico que refería la existencia de microorganismo. “El Nuevo Luciano de Quito” ridiculizaba el sistema educativo anticuado preservado por el clero, “Marco Porcio Catón” expuso la ignorancia de los pseudo intelectuales de Quito, “La ciencia blancardina”, obra en la que Espejo aseguraba ser el autor de las dos anteriores, criticaba los resultados del sistema educativo del clero: ignorancia y afectación. Los tres libros fueron polémicos en su tiempo.
En 1780, en su primera disertación ceñida a asuntos religiosos, Espejo escribió una carta teológica, “Carta al Padre la Graña sobre indulgencias”, en la que examinaba las indulgencias en la Iglesia Católica, mostrando su profundo conocimiento sobre teología y dogma. El 19 de julio de 1792 Espejo escribió otra carta, “Segunda carta teológica sobre la Inmaculada Concepción de María”, ante una petición del inspector del Santo Oficio.
Asimismo, Espejo escribió una serie de sermones, notorios por su simplicidad. El clérigo e historiador ecuatoriano Federico González Suárez consideraba que estos sermones eran dignos de estudio, a pesar de observar en ellos una falta de “espíritu evangélico” En definitiva, Espejo era un hombre profundamente religioso.
“Su Defensa de los curas de Riobamba” fue escrita como respuesta a un reporte de Ignacio Barreto, que acusaba al clero de Riobamba de varias prácticas antiéticas.
Eugenio Espejo fue ciertamente un hombre de la Ilustración. Asimiló las ideas que los pensadores modernos echaban a circular desde Europa. Poseía una biblioteca apreciable. Se entusiasmaba con los nuevos libros. Y congregaba en su hogar pobre y solitario a los jóvenes de Quito, para explicar y comentar la doctrina de aquellos. Se lo consideraba un verdadero filósofo.
Trayectoria política.
Es gestor de cambios y transformaciones que lo han ubicado en la historia ecuatoriana como referente. Su vida ejemplar, autodidacta y su trayectoria formativa hace que sea un ejemplo.
Fue nombrado primer director de la biblioteca pública, Por tal motivo en la actualidad se conoce como el primer bibliotecario ecuatoriano y en su natalicio se celebra el día del bibliotecario en Ecuador. También publicó importantes trabajos de medicina, como las Reflexiones acerca de las viruelas el cual se convertiría en el primer texto científico.
Más adelante colaboró en la creación de la Sociedad Patriótica de Amigos del País de Quito o Escuela de la Concordia de la que fue designado secretario. Editó el primer diario de la ciudad: Primicias de la Cultura de Quito.
Aporte a la sociedad.
Espejo es considerado el precursor del movimiento independentista de Quito. Murió en 1795, pero sus ideas tuvieron una poderosa influencia en tres de sus amigos cercanos: Juan Pío Montúfar, Juan de Dios Morales y Juan de Salinas. Ellos, junto con Manuel Rodríguez Quiroga, iniciaron el movimiento que culminó con la declaración de independencia de 10 de agosto de 1809.
Publicó el primer periódico de Quito, razón por la cual es considerado el fundador del periodismo ecuatoriano. También es considerado el primer crítico literario del Ecuador; según el académico español Marcelino Menéndez y Pelayo, el Nuevo Luciano es la obra de crítica literaria más antigua de América del Sur.
Su influencia en el pensamiento ecuatoriano puede verse además en otros ámbitos: en la educación, por cuanto promovió nuevas ideas pedagógicas, como la formación de buenos ciudadanos en lugar de la simple impartición de conocimiento; y, naturalmente, en las ciencias, pues fue, junto con Pedro Vicente Maldonado, uno de los dos científicos más importantes del Ecuador colonial. Dedicó su vida a analizar la realidad social del Quito colonial; la pobreza y falta de educación de sus habitantes; y denunció estas limitaciones, incluyendo la corrupción de las autoridades coloniales.