Opté por esta noble y digna profesión convencido de que, la filosofía, la historia y la
educación para la ciudadanía, pueden contribuir enormemente a la formación integral y
crítica de los estudiantes, especialmente en el nivel básico y medio, en la medida en que
esta área del conocimiento, asuma como finalidad principal, no tanto “ENSEÑAR A
APRENDER”, cuanto “ENSEÑAR A PENSAR”. La práctica de la democracia en nuestro país y la rápida expansión de la sociedad de la
información y del conocimiento ya no necesitan solo una persona instruida, sino una
persona capaz de pensar por sí mismo. Nuestra sociedad no puede funcionar sin
ciudadanos reflexivos y razonables, y por ello, si queremos adultos que piensen por sí
solos, debemos educar niños que piensen por sí solos. En este sentido, la democracia,
entendida como proyecto ético-político, y no meramente como un instrumento de
elección de representantes, supone ciudadanos críticos y participativos en la toma de
decisiones que afectan a la colectividad, las cuales se deben justificar mediante razones
y argumentos válidos, planteados en procesos de diálogo y deliberación, y no mediante
la fuerza o la violencia que algunos grupos pueden ejercer sobre los demás.